viernes, 10 de diciembre de 2010

El Jardinero Contempla la Noche

Lucía sintió que algo le faltaba a la pared del living-comedor de su departamento: un cuadro. Por eso, el viernes dio un paseo por rincones de Palermo que nunca había frecuentado antes, hasta dar con una pequeña galería de arte, vetusta y opaca, que pasaba casi desapercibida a los peatones.

"Me llevo este", dijo convencida mirando tiernamente un cuadro de tres cachorritos jugando en el campo. Apenas la dueña del negocio dio el primer paso para ir a envolverlo, algo desde una estantería superior cayó con fuerza sobre los despreocupados cachorritos del cuadro, rajándolos de punta a punta. Cuando el sobresalto y el polvo removido por la caída decantaron, Lucía vio que lo que se había caído era otro cuadro. Otro cuadro que la hipnotizó apenas posó sus ojos en él.

El cuadro se titulaba "El Jardinero Contempla la Noche". Era bastante simple: una mansión victoriana, con un gran jardín central enrejado, una sola luz prendida en una habitación del segundo piso... y una negra figura mirando por la ventana.

Cuando Lucía, luego de pensarlo unos minutos, le pidió a la vendedora que le envuelva ése, la vieja no lo dudó un segundo. Parecía ansiosa por deshacerse del cuadro, desesperada porque saliera de su galería para siempre. Parecía querer mirarlo lo menos posible, se puso guantes para envolverlo y  lo mantuvo todo el tiempo alejado de su cuerpo como si tuviera la peste.

Todo esto le pareció raro a Lucía, obviamente, pero hizo caso omiso de lo que supuso que serían excentricidades propias de "esta gente bohemia del arte".

Qué le importaba, si al fin y al cabo quedó perfecto en su pared.

Durante las primeras tres noches, Lucía oyó ruidos, pero los atribuyó a las viejas tuberías de su departamento y no les dio importancia.

Pero a la cuarta noche, cuando se levantó de la cama a tomar un vaso de agua, se le dio por contemplar el cuadro.

Para su sorpresa, notó que "El Jardinero Contempla la Noche" había cambiado.
Ella estaba segura de que, cuando lo compró, había una luz prendida en el segundo piso de la mansión victoriana, con una silueta mirando al jardín. Ahora, las rejas de la mansión se habían abierto de par en par, y eso le dejaba ver que se había prendido una luz de la planta baja.

Lucía se llevó las manos a la boca y ahogó un grito. La figura del jardinero ahora estaba parada en la puerta de la mansión. Era la figura más oscura y perturbadora que había visto en su vida.

Corrió a su habitación, cerró la puerta. Al borde de la psicosis, decidió que seguramente todo esto era una espantosa pesadilla, y afirmó para sus adentros que iba a tirar ese cuadro al día siguiente.

Acto seguido, un golpe parecido a un marco cayéndose de la pared azotó el silencio de su departamento.

Al estruendo le siguieron unos pesados y lentos pasos, que se hacían cada vez más presentes. Se dirigía hacia ella. Una respiración entrecortada, como de alguien que no respira desde hace tiempo, resonaba en todo el departamento.

Los mató a todos... los mató y los enterró en el jardín central, y durante el resto de su vida lo único que hizo fue contemplar desde la ventana cada día cómo crecían las rosas sobre sus cadáveres inertes...

Lucía profirió un grito desgarrador mientras, aterrada, se percató de que había olvidado cerrar con llave la puerta de su habitación.

Del otro lado, en el pasillo, se oyó el chasquido de unas tijeras de podar.

1 comentario:

Cookie / Cat dijo...

Yo cada vez escribo menos ficción porque no consigo que se me caiga ni una sola idea buena. :(